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sábado, 30 de agosto de 2008

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas 2 Corintios 5:17


La Santificación: La Cura De Una Iglesia Enferma
Cristo dice en Juan17:17: “santifícalos en la verdad, tú palabra es verdad”. La enfermedad de mundanalidad que arropa la iglesia de nuestros días solo se puede curar con la aplicación eficaz de la Palabra de Dios, que es el instrumento de santificación por excelencia.
Otros instrumentos que Dios puede utilizar para santificarnos son las circunstancias por las que permite que atravesemos; los momentos continuados de intimidad con Él, y por supuesto, el Espíritu de Verdad que mora en nosotros, que nos trae convicción al leer y obedecer la Palabra. Pero tristemente el problema es que el pueblo de Dios tiene hoy poco entendimiento de lo que es -y lo que no es- la santificación.
En la medida en que el pueblo de Dios se santifique adecuada y progresivamente, en la misma medida obtendremos iglesias más santas. Pero el principal responsable de una santificación inadecuada y mal entendida en medio de la Iglesia es la descentralización de la Palabra de Dios, prefiriéndose predicar anécdotas, visiones sueños y testimonios antes que Su Palabra.
Satanás gana terreno intentando desviar al creyente de mantenerse apegados a la Palabra; haciendo que el cristiano eche mano a todo lo que lo aleje del diseño perfecto de Dios. El área de consejería bíblica, por ejemplo, es uno de esos terrenos en los que Satanás ha logrado desviar la atención de la iglesia.
Al Mohler, un gran defensor de la fe de nuestros días, afirma que: “el gran pecado de esta generación es que todos nos creemos, que somos pacientes y víctimas, mas que pecadores con necesidad de arrepentimiento.” Hoy en día se hace más hincapié en sanar al creyente más que en santificarlo. Ambos procesos necesitan de consejería pero requieren diferentes metodologías.
Mientras la sanación mira hacia atrás, buscando los culpables en el pasado, la santificación mira hacia delante; hacia la cruz, ayudando al creyente a entender que el que levantó al Hijo de entre los muertos es capaz de restaurarlo de su pasado. El padre levantó al Hijo por medio del poder de Su Espíritu en un solo día; y de la misma forma lo puede hacer en nosotros (Hebreos 13:20-21; Efesios 3:20-21). En la consejería que busca sanar se buscan culpables, en la consejería que persigue santificar al creyente se busca hacerles entender que el mayor problema no está en su pasado o en las heridas que soberanamente Dios permitió en sus vidas, sino en la naturaleza pecadora que hemos heredado.
Contrario a esto, si la iglesia se encauza en enseñar a los hijos de Dios que sus problemas radican en las heridas y traumas del pasado y no en la naturaleza pecadora a la que están atados, los estamos convenciendo de que:
· Deben confiar en el terapeuta y no en el Espíritu Santo;
· Es mejor predicar sanación y no convicción de pecado;
· Su problema radica en el pasado y no en el presente; y
· Que la responsabilidad de su problema recae sobre otros.
Sin duda en muchas ocasiones el espíritu del creyente está herido a causa del pecado del otro y aún está sufriendo estos efectos. Sin embargo, es indiscutible que nuestra misma naturaleza pecadora perpetúa las heridas muchas veces por falta de perdón y por falta de hacer la cruz de Cristo efectiva en su circunstancia específica.
Por lo general, nuestra naturaleza pecadora:
· Rehúsa perdonar;
· Sobredimensiona los hechos;
· Desea tomar venganza por las heridas que le inflingieron;
· Le es más fácil encontrar a quien culpar;
· Nos convence de que el poder del pasado y de las heridas recibidas es mayor que el poder de Cristo que mora en nosotros.
· Interactúa con la naturaleza pecadora del agresor, llevándonos donde muchas veces nos encontramos.
Durante 20 siglos la iglesia no utilizó el método de Consejería y Terapia de nuestros días porque sabía que había mas necesidad de arrepentimiento que de terapia; mas necesidad de perdonar que de culpar; mas necesidad de humillación que de sanación; mas necesidad de mirar al futuro que al pasado.
En Filipenses 3:13b-14, Pablo nos instruye a mirar hacia adelante y hacia arriba porque nuestro orgullo, rebelión, deseos de venganza, falta de perdón, celos, envidias, inseguridades nos ha enfermado mas que cualquier herida del pasado. Decía J. C. Ryle que la santidad se produce al ponerse de acuerdo con la mente de Dios para amar lo que Él ama, odiar lo que odia y medirlo todo por la Palabra. De acuerdo a la Palabra para los hijos de Dios el pasado no tiene poder destructivo; solo aquel que le asignamos y que le permitimos tener (2 Cor 5:16-17).
Cuando el creyente se somete a Dios y al proceso de santificación que Él desea obrar en su vida, confirmará que no hay pérdida que SU PRESENCIA no pueda re-emplazar; vacío que SU SUFICIENCIA no pueda llenar; debilidad que SU GRACIA no pueda fortalecer; dolor que SU MISERICORDIA no pueda aliviar; tristeza que SU GOZO no pueda abatir; herida que SU TOQUE no pueda sanar; enemistad que SU CRUZ no pueda reconciliar; interrogantes que SU SABIDURIA no pueda responder; carencia que SU PROVISION no pueda suplir ni esclavitud que SU PODER no pueda romper.
“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”, dice la Palabra de Dios en 1 Tesalonicenses 4:3. Lo que necesita la iglesia de hoy día más que cualquier otra cosa es Su poder más que el paso del tiempo; aceptación mas que auto-justicia; perdón mas que sanación; y mirar hacia arriba más que mirar hacia atrás.
Dr. Miguel Núñez (*)
(*) El Dr. Miguel Núñez es médico de profesión y pastor de vocación. Durante 15 años cursó especialidades y ejerció la medicina y la enseñanza de la misma en los Estados Unidos. Dirige el cuerpo de pastores de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, República Dominicana, desde enero de 1998. Su congregación ha tenido un crecimiento vertiginoso y está teniendo un gran efecto entre los profesionales de ese país.
Es fundador y presidente de Ministerios Integridad & Sabiduría®, una organización sin fines de lucro que tiene la visión de contribuir a cambiar la sociedad de nuestros días sembrando la Palabra de Dios por medio de recursos audiovisuales y literarios.

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