Sin Fe No Hay Unión Con Cristo. Y La Unión Con Cristo Es Indispensable Para Nuestra Salvación. ¿Tienes Fe?
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6.
El fin principal del hombre es “agradar a Dios,” Si un hombre agrada a Dios, hace lo que más le conviene para su bienestar temporal y eterno. El hombre no puede agradar a Dios sin atraer hacia sí mucha felicidad, pues si alguien agrada a Dios, es porque Dios lo acepta como Su hijo.
Él le otorga las bendiciones de la adopción, derrama en él la abundancia de Su gracia, lo bendice en esta vida y le asegura una corona de vida eterna, que él usará y que brillará con un lustre inagotable, aún cuando todas las guirnaldas de la gloria terrenal se hayan deshecho.
Por el contrario, si un hombre no agrada a Dios, inevitablemente atrae hacia sí penas y sufrimiento en esta vida. Coloca gusanos y podredumbre en la puerta de todas sus alegrías. Llena su almohada mortuoria con espinas y aumenta el fuego eterno con carbones llameantes que lo van a consumir eternamente.
La única pregunta importante es ¿cómo puedo agradar a Dios? Y hay algo muy solemne en lo que dice nuestro texto: “Sin fe es imposible agradar a Dios.”
Es decir, puedes hacer lo que quieras, esforzarte tanto como puedas, vivir de la manera más excelente que quieras, presentar los sacrificios que escojas, distinguirte como puedas en todo aquello que es honorable y de buena reputación; sin embargo nada de esto puede ser agradable a Dios a menos que lleve el ingrediente de la fe.
Como dijo Dios a los judíos: “En toda ofrenda ofrecerás sal,” Levítico 2:13; así Él nos dice a nosotros: “Con todo lo que haces debes traer fe, pues de lo contrario, sin fe es imposible agradar a Dios.”
Caín y Abel, en un día muy soleado erigieron dos altares, uno junto al otro. Caín tomó de los frutos de los árboles y de la abundancia de la tierra y colocó todo sobre su altar. Abel trajo de los primogénitos del rebaño, poniéndolo sobre su altar. Se iba a decidir cuál de los dos sacrificios aceptaría Dios.
Caín había traído lo mejor que tenía pero lo trajo sin fe. Abel trajo su sacrificio, con fe en Cristo.
Ahora, ¿cuál sería mejor recibido? Las ofrendas eran iguales en valor; en lo relativo a la calidad, eran igualmente buenas.
¿En cuál de esos altares descendería el fuego del cielo? ¿Cuál consumiría el Señor Dios con el fuego de Su agrado? Oh, veo que la ofrenda de Abel arde y que el semblante de Caín se ha decaído, pues a Abel y su ofrenda Jehová miró con agrado, pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda.
Así será siempre, hasta que el último hombre sea reunido en el cielo.
Nunca habrá una ofrenda aceptable que no esté sazonada con la fe. No importa qué tan buena sea, con la misma buena apariencia de aquella que tiene fe: sin embargo, a menos que la fe esté con ella. Dios nunca la aceptará pues Él declara: “Sin fe es imposible agradar a Dios.”
¿Qué es la fe?
El primer elemento de la fe es el conocimiento.
Un hombre no puede creer lo que no conoce. Ese es un axioma claro y evidente. Si yo nunca he escuchado nada acerca de algo en toda mi vida y no lo conozco, no puedo creerlo. Es inútil que un hombre afirme: “soy creyente” y sin embargo no sepa en qué cree.
El Apóstol dijo: “¿Cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” Romanos 10:14-15 . Para que haya una fe verdadera, es necesario que un hombre sepa algo de la Biblia. Debe existir un cierto grado de conocimiento antes de que pueda haber fe.
“Escudriñad las Escrituras,” pues, “porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Cristo.” Juan 5:39. Como resultado de escudriñar y de leer viene el conocimiento, y por el conocimiento viene la fe y por la fe viene la salvación.
El segundo elemento de la fe es el asentimiento.
Esto es, debemos creer lo que conocemos y tener la certeza que es la verdad de Dios. Y con devoción y con todo mi corazón debo recibir todas las Escrituras como inspiradas por el Altísimo, conteniendo toda la doctrina que Él requiere que yo crea para mi salvación.
Considera la Trinidad. No puedes entender la Trinidad en Unidad pero cree en ella. Ve el Sacrificio de expiación. Hay algo difícil en ese concepto pero lo crees. Y sea lo que sea que esté contenido en la revelación, besa el libro con devoción y di: “Lo amo todo, doy mi pleno, sincero y libre asentimiento a cada una de sus palabras, así sea una amenaza o una promesa, un proverbio, un precepto, o una bendición.” Como todo es Palabra de Dios, todo es absolutamente verdadero. Eso es lo que creo. Todo aquel que quiera ser salvo debe conocer las Escrituras y debe darle su total asentimiento.
Pues lo principal de la fe radica en el tercer elemento, es decir, en la confianza en la Verdad. No en creerla simplemente pero en hacerla nuestra y en descansar en ella para salvación.
Comprenderás esta palabra, apoyándote en ella, diciendo: “Esta es la Verdad, a ella confío mi salvación.”
Ahora, la fe verdadera, en su esencia misma se basa en esto: en apoyarse en Cristo. No me salvará si solamente sé que Cristo es un Salvador.
Pero me salvará si confío en Él para que sea mi Salvador. No seré librado de la ira venidera creyendo que Su expiación es suficiente, pero sí seré salvo cuando haga de esta expiación mi confianza, mi refugio y mi todo. La esencia de la fe radica en esto: arrojarse uno sobre la promesa. El salvavidas que permanece a bordo de un barco no puede ser el instrumento de salvación del hombre que se está ahogando, ni tampoco, la convicción que el salvavidas es un excelente y un efectivo invento puede salvarlo. ¡No! Es necesario que lo tenga alrededor de sus hombros, o en sus manos. De otra manera se hundirá.
Entonces, pecador, debes saber que Cristo murió por el pecado. Debes comprender que Cristo puede salvar y además debes creer que no serás salvo mientras no confíes en que Él es tu Salvador y que lo es para siempre.
Esta es la fe que salva. Y sin importar qué tan impía haya sido tu vida hasta ahora, esta fe, si te es dada en este momento, borrará todos tus pecados, cambiará tu naturaleza y te hará un hombre nuevo en Cristo Jesús.
Te conducirá a vivir una vida santa y hará tu salvación eterna tan segura como si un ángel te llevara esta mañana en sus resplandecientes alas y te transportara de inmediato al cielo. ¿Tienes tú esa fe? Esta es una pregunta de suma importancia. Pues mientras que con fe los hombres son salvos, sin fe son condenados.
“Aquél que cree en el Señor Jesucristo será salvo, aun si sus pecados son muchos. Pero aquél que no cree en el Señor Jesús será condenado, aun si sus pecados son pocos”, Marcos 16:16 ¿Tienes tú fe? Pues el texto declara “Sin fe es imposible agradar a Dios.
Nunca ha habido un caso registrado en la Escritura, de alguien que haya agradado a Dios sin fe. El capítulo 11 del Libro de Hebreos es el capítulo de los hombres que agradaron a Dios. Escuchen sus nombres: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio.” “Por la fe Enoc fue transpuesto.” “Por la fe Noé preparó el arca.” “Por la fe Abraham obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia.” “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida.” “Por la fe Sara dio a luz a Isaac.” “Por fe ofreció Abraham a Isaac.” “Por fe Moisés rehusó los tesoros de los egipcios.” “Por fe bendijo Isaac a Jacob.” “Por fe Jacob bendijo a cada uno de los hijos de José.” “Por fe José, moribundo, se acordó de la partida de los hijos de Israel.” “Por fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca.” “Por fe cayeron los muros de Jericó.” “Por fe Rahab la ramera no pereció.” “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas.” Todos estos fueron hombres de fe.
Debemos ir hacia Cristo de rodillas. Pues aunque Él es una puerta lo suficientemente grande para que el mayor de los pecadores pueda entrar, Él es una puerta tan baja que los hombres tienen que inclinarse si quieren ser salvos. Por eso es que la fe es necesaria, pues la incredulidad es una evidencia cierta de falta de humildad.
La fe es necesaria para la salvación porque la Escritura nos enseña que las obras no pueden salvar.
Si se confiara en las buenas obras para ser salvo, ellas ya se habrían corrompido de por sí, y ya no serían buenas obras. Haz buenas obras, todas las que puedas, pero deposita tu confianza en nuestro Señor Jesucristo. Si no lo haces así, nunca abrirás la puerta del Cielo. Se debe tener fe verdadera, porque la vieja llave de las buenas obras está tan dañada por todos nosotros que nunca podremos entrar al Paraíso utilizando esa llave.
Si alguno de ustedes pretende no tener pecado, lo diré con sinceridad, se engaña a sí mismo y la Verdad no está en él.
¡Cuida tus buenas obras! Hazlas después de la fe y recuerda, el camino a la salvación es simplemente creer en Jesucristo. Sin fe es imposible ser salvo y agradar a Dios porque sin fe no hay unión con Cristo.
Y la unión con Cristo es indispensable para nuestra salvación.
Si yo llego ante el Trono de Dios con mis oraciones, nunca serán contestadas a menos que lleve a Cristo conmigo.
Un argumento más: “Sin fe es imposible perseverar en la santidad.
¡Qué multitud de cristianos de conveniencia tenemos hoy en día! Muchos cristianos se parecen a algunos habitantes del mar, que en buen clima navegan en la superficie del mar en un espléndido escuadrón, como los poderosos barcos. Pero en el mismo instante en que el viento forma olas, bajan las velas y se hunden en las profundidades.
¿Tienes fe? ¿Crees en el Señor Jesucristo con todo tu corazón?
Voy a someterte a tres pruebas, por cierto muy breves:
Quien tiene fe ha renunciado a su justicia propia. Si pones un átomo de confianza en ti mismo no tienes ninguna fe. Si pones una partícula de confianza en cualquier otra cosa que no sea la obra de Cristo, no tienes fe.
Si confías en tus obras, estas obras son anticristo y Cristo y el anticristo no pueden estar juntos. Para Cristo es todo o nada. Él debe ser el Salvador suficiente o no lo será en lo absoluto.
Oh, si no amas a Cristo, no crees en Él. Pues creer en Cristo engendra amor. Y aún más: aquél que tiene fe verdadera tendrá sumisión verdadera.
Si un hombre dice tener fe y no tiene obras, miente. Si alguien declara que cree en Cristo y no vive una vida santa, miente.
Pues aunque no confiamos en las buenas obras, sabemos que la fe siempre engendra buenas obras. La fe engendra la santidad. Y no se tiene al que engendra si no se ama al hijo. Las bendiciones de Dios son dadas con ambas manos, son dobles. Con una mano Él otorga el perdón. Con la otra mano siempre da la santidad. Y ningún hombre puede tener una bendición sin la otra.
Y ahora, mis queridos hermanos, ¿me debo poner de rodillas e implorarles en el nombre de Cristo que conteste cada quien esta pregunta en el silencio de su habitación: ¿Tienes fe? Oh, responde: ¿sí o no? Por favor, no digas “no sé” o “no me importa.”
Ah, te va importar un día, cuando la tierra tiemble y el mundo se sacuda de un lado a otro. Te importará cuando Dios te llame a juicio y condene a los incrédulos y a los impíos.
¡Se Debe Ir Hacia Cristo De Rodillas!
Que Dios te bendiga.
Visita la página Web y envía tu comentario:
http://fgwally.blogspot.com/
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6.
El fin principal del hombre es “agradar a Dios,” Si un hombre agrada a Dios, hace lo que más le conviene para su bienestar temporal y eterno. El hombre no puede agradar a Dios sin atraer hacia sí mucha felicidad, pues si alguien agrada a Dios, es porque Dios lo acepta como Su hijo.
Él le otorga las bendiciones de la adopción, derrama en él la abundancia de Su gracia, lo bendice en esta vida y le asegura una corona de vida eterna, que él usará y que brillará con un lustre inagotable, aún cuando todas las guirnaldas de la gloria terrenal se hayan deshecho.
Por el contrario, si un hombre no agrada a Dios, inevitablemente atrae hacia sí penas y sufrimiento en esta vida. Coloca gusanos y podredumbre en la puerta de todas sus alegrías. Llena su almohada mortuoria con espinas y aumenta el fuego eterno con carbones llameantes que lo van a consumir eternamente.
La única pregunta importante es ¿cómo puedo agradar a Dios? Y hay algo muy solemne en lo que dice nuestro texto: “Sin fe es imposible agradar a Dios.”
Es decir, puedes hacer lo que quieras, esforzarte tanto como puedas, vivir de la manera más excelente que quieras, presentar los sacrificios que escojas, distinguirte como puedas en todo aquello que es honorable y de buena reputación; sin embargo nada de esto puede ser agradable a Dios a menos que lleve el ingrediente de la fe.
Como dijo Dios a los judíos: “En toda ofrenda ofrecerás sal,” Levítico 2:13; así Él nos dice a nosotros: “Con todo lo que haces debes traer fe, pues de lo contrario, sin fe es imposible agradar a Dios.”
Caín y Abel, en un día muy soleado erigieron dos altares, uno junto al otro. Caín tomó de los frutos de los árboles y de la abundancia de la tierra y colocó todo sobre su altar. Abel trajo de los primogénitos del rebaño, poniéndolo sobre su altar. Se iba a decidir cuál de los dos sacrificios aceptaría Dios.
Caín había traído lo mejor que tenía pero lo trajo sin fe. Abel trajo su sacrificio, con fe en Cristo.
Ahora, ¿cuál sería mejor recibido? Las ofrendas eran iguales en valor; en lo relativo a la calidad, eran igualmente buenas.
¿En cuál de esos altares descendería el fuego del cielo? ¿Cuál consumiría el Señor Dios con el fuego de Su agrado? Oh, veo que la ofrenda de Abel arde y que el semblante de Caín se ha decaído, pues a Abel y su ofrenda Jehová miró con agrado, pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda.
Así será siempre, hasta que el último hombre sea reunido en el cielo.
Nunca habrá una ofrenda aceptable que no esté sazonada con la fe. No importa qué tan buena sea, con la misma buena apariencia de aquella que tiene fe: sin embargo, a menos que la fe esté con ella. Dios nunca la aceptará pues Él declara: “Sin fe es imposible agradar a Dios.”
¿Qué es la fe?
El primer elemento de la fe es el conocimiento.
Un hombre no puede creer lo que no conoce. Ese es un axioma claro y evidente. Si yo nunca he escuchado nada acerca de algo en toda mi vida y no lo conozco, no puedo creerlo. Es inútil que un hombre afirme: “soy creyente” y sin embargo no sepa en qué cree.
El Apóstol dijo: “¿Cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” Romanos 10:14-15 . Para que haya una fe verdadera, es necesario que un hombre sepa algo de la Biblia. Debe existir un cierto grado de conocimiento antes de que pueda haber fe.
“Escudriñad las Escrituras,” pues, “porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Cristo.” Juan 5:39. Como resultado de escudriñar y de leer viene el conocimiento, y por el conocimiento viene la fe y por la fe viene la salvación.
El segundo elemento de la fe es el asentimiento.
Esto es, debemos creer lo que conocemos y tener la certeza que es la verdad de Dios. Y con devoción y con todo mi corazón debo recibir todas las Escrituras como inspiradas por el Altísimo, conteniendo toda la doctrina que Él requiere que yo crea para mi salvación.
Considera la Trinidad. No puedes entender la Trinidad en Unidad pero cree en ella. Ve el Sacrificio de expiación. Hay algo difícil en ese concepto pero lo crees. Y sea lo que sea que esté contenido en la revelación, besa el libro con devoción y di: “Lo amo todo, doy mi pleno, sincero y libre asentimiento a cada una de sus palabras, así sea una amenaza o una promesa, un proverbio, un precepto, o una bendición.” Como todo es Palabra de Dios, todo es absolutamente verdadero. Eso es lo que creo. Todo aquel que quiera ser salvo debe conocer las Escrituras y debe darle su total asentimiento.
Pues lo principal de la fe radica en el tercer elemento, es decir, en la confianza en la Verdad. No en creerla simplemente pero en hacerla nuestra y en descansar en ella para salvación.
Comprenderás esta palabra, apoyándote en ella, diciendo: “Esta es la Verdad, a ella confío mi salvación.”
Ahora, la fe verdadera, en su esencia misma se basa en esto: en apoyarse en Cristo. No me salvará si solamente sé que Cristo es un Salvador.
Pero me salvará si confío en Él para que sea mi Salvador. No seré librado de la ira venidera creyendo que Su expiación es suficiente, pero sí seré salvo cuando haga de esta expiación mi confianza, mi refugio y mi todo. La esencia de la fe radica en esto: arrojarse uno sobre la promesa. El salvavidas que permanece a bordo de un barco no puede ser el instrumento de salvación del hombre que se está ahogando, ni tampoco, la convicción que el salvavidas es un excelente y un efectivo invento puede salvarlo. ¡No! Es necesario que lo tenga alrededor de sus hombros, o en sus manos. De otra manera se hundirá.
Entonces, pecador, debes saber que Cristo murió por el pecado. Debes comprender que Cristo puede salvar y además debes creer que no serás salvo mientras no confíes en que Él es tu Salvador y que lo es para siempre.
Esta es la fe que salva. Y sin importar qué tan impía haya sido tu vida hasta ahora, esta fe, si te es dada en este momento, borrará todos tus pecados, cambiará tu naturaleza y te hará un hombre nuevo en Cristo Jesús.
Te conducirá a vivir una vida santa y hará tu salvación eterna tan segura como si un ángel te llevara esta mañana en sus resplandecientes alas y te transportara de inmediato al cielo. ¿Tienes tú esa fe? Esta es una pregunta de suma importancia. Pues mientras que con fe los hombres son salvos, sin fe son condenados.
“Aquél que cree en el Señor Jesucristo será salvo, aun si sus pecados son muchos. Pero aquél que no cree en el Señor Jesús será condenado, aun si sus pecados son pocos”, Marcos 16:16 ¿Tienes tú fe? Pues el texto declara “Sin fe es imposible agradar a Dios.
Nunca ha habido un caso registrado en la Escritura, de alguien que haya agradado a Dios sin fe. El capítulo 11 del Libro de Hebreos es el capítulo de los hombres que agradaron a Dios. Escuchen sus nombres: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio.” “Por la fe Enoc fue transpuesto.” “Por la fe Noé preparó el arca.” “Por la fe Abraham obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia.” “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida.” “Por la fe Sara dio a luz a Isaac.” “Por fe ofreció Abraham a Isaac.” “Por fe Moisés rehusó los tesoros de los egipcios.” “Por fe bendijo Isaac a Jacob.” “Por fe Jacob bendijo a cada uno de los hijos de José.” “Por fe José, moribundo, se acordó de la partida de los hijos de Israel.” “Por fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca.” “Por fe cayeron los muros de Jericó.” “Por fe Rahab la ramera no pereció.” “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas.” Todos estos fueron hombres de fe.
Debemos ir hacia Cristo de rodillas. Pues aunque Él es una puerta lo suficientemente grande para que el mayor de los pecadores pueda entrar, Él es una puerta tan baja que los hombres tienen que inclinarse si quieren ser salvos. Por eso es que la fe es necesaria, pues la incredulidad es una evidencia cierta de falta de humildad.
La fe es necesaria para la salvación porque la Escritura nos enseña que las obras no pueden salvar.
Si se confiara en las buenas obras para ser salvo, ellas ya se habrían corrompido de por sí, y ya no serían buenas obras. Haz buenas obras, todas las que puedas, pero deposita tu confianza en nuestro Señor Jesucristo. Si no lo haces así, nunca abrirás la puerta del Cielo. Se debe tener fe verdadera, porque la vieja llave de las buenas obras está tan dañada por todos nosotros que nunca podremos entrar al Paraíso utilizando esa llave.
Si alguno de ustedes pretende no tener pecado, lo diré con sinceridad, se engaña a sí mismo y la Verdad no está en él.
¡Cuida tus buenas obras! Hazlas después de la fe y recuerda, el camino a la salvación es simplemente creer en Jesucristo. Sin fe es imposible ser salvo y agradar a Dios porque sin fe no hay unión con Cristo.
Y la unión con Cristo es indispensable para nuestra salvación.
Si yo llego ante el Trono de Dios con mis oraciones, nunca serán contestadas a menos que lleve a Cristo conmigo.
Un argumento más: “Sin fe es imposible perseverar en la santidad.
¡Qué multitud de cristianos de conveniencia tenemos hoy en día! Muchos cristianos se parecen a algunos habitantes del mar, que en buen clima navegan en la superficie del mar en un espléndido escuadrón, como los poderosos barcos. Pero en el mismo instante en que el viento forma olas, bajan las velas y se hunden en las profundidades.
¿Tienes fe? ¿Crees en el Señor Jesucristo con todo tu corazón?
Voy a someterte a tres pruebas, por cierto muy breves:
Quien tiene fe ha renunciado a su justicia propia. Si pones un átomo de confianza en ti mismo no tienes ninguna fe. Si pones una partícula de confianza en cualquier otra cosa que no sea la obra de Cristo, no tienes fe.
Si confías en tus obras, estas obras son anticristo y Cristo y el anticristo no pueden estar juntos. Para Cristo es todo o nada. Él debe ser el Salvador suficiente o no lo será en lo absoluto.
Oh, si no amas a Cristo, no crees en Él. Pues creer en Cristo engendra amor. Y aún más: aquél que tiene fe verdadera tendrá sumisión verdadera.
Si un hombre dice tener fe y no tiene obras, miente. Si alguien declara que cree en Cristo y no vive una vida santa, miente.
Pues aunque no confiamos en las buenas obras, sabemos que la fe siempre engendra buenas obras. La fe engendra la santidad. Y no se tiene al que engendra si no se ama al hijo. Las bendiciones de Dios son dadas con ambas manos, son dobles. Con una mano Él otorga el perdón. Con la otra mano siempre da la santidad. Y ningún hombre puede tener una bendición sin la otra.
Y ahora, mis queridos hermanos, ¿me debo poner de rodillas e implorarles en el nombre de Cristo que conteste cada quien esta pregunta en el silencio de su habitación: ¿Tienes fe? Oh, responde: ¿sí o no? Por favor, no digas “no sé” o “no me importa.”
Ah, te va importar un día, cuando la tierra tiemble y el mundo se sacuda de un lado a otro. Te importará cuando Dios te llame a juicio y condene a los incrédulos y a los impíos.
¡Se Debe Ir Hacia Cristo De Rodillas!
Que Dios te bendiga.
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Comentario formulado por Oscar Alburquerque y enviado por correo:
ResponderEliminarLa Palabra lo dice: sin fe es IMPOSIBLE agradar a Dios y un hombre de fe es aquel que ha declarado y vive absolutamente dependiendo de Dios, cuesta entender, es parte de la madurez en Cristo, pues aún nos acompaña hasta el día de nuestra muerte física, nuestra naturaleza pecaminosa, proclive al pecado, sensible a la duda que alimenta el enemigo, sin embargo, Dios nos ha dado el Espíritu Santo y Él guía nuestro andar desde que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador.