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martes, 4 de marzo de 2008

Dios Es Espíritu; y Los Que Le Adoran, En Espíritu y En Verdad Es Necesario Que Adoren



¡CRISTO EN NOSOTROS
ESPERANZA DE GLORIA!

A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, Colosenses 1:27

"Cristo En Nosotros" Es:
I. ¡Nuestra justicia y fortaleza!
Cristo es el firme fundamento sobre el cual esperamos la gloria.
“Para que habite Cristo por la fe en nuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seamos plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios”, (Efesios 3:17-19)
Cuando el Espíritu Santo llega al corazón de un pecador arrepentido, la excelencia de Cristo en su vida se hace evidente; su corazón desea íntimamente a Cristo y acude a Él en busca de Salvación.
Desde entonces todo nuevo descubrimiento que hace del amor de Cristo renueva la plenitud de Dios en su vida. Y cada oprobio que su alma le infiera, cada tentación, cada caída en el pecado, cada aflicción le lleva a tomarse de la mano del Señor en oración.
De este modo, por una fe constante y permanente (el justo vivirá -de modo continuo- por la fe), puede decirse que Cristo habita por la fe en su corazón.
Cristo, así asido por la fe, se constituye en la esperanza de su gloria.
Es esa fe viva, ese recibimiento íntimo de Cristo que nos da una serena, dulce y plena esperanza de gloria.
El cristiano que de verdad puede decir "Cristo es mío", puede también añadir " La gloria es mía". Porque no necesitamos nada ni nadie más que a Cristo para defendernos en el día del juicio. ¿Puedes decir tú sinceramente que Cristo es de ese modo tu esperanza de gloria?
Si no tienes así a Cristo, no tienes en modo alguno la esperanza de la gloria.

II. ¡El gobierno del Espíritu Santo en nosotros!
La certeza que: ¡El Espíritu Santo mora en nosotros!
(Gálatas 4:19)”,..., hasta que Cristo sea formado en vosotros”.
Cristo nos dice: " Permaneced en mí, y yo en vosotros. " (Juan 15:4). "Yo en ellos y tu en mí" (Juan, 17:23), “y yo en ellos" (v.26).
1. El Espíritu Santo nos posee:
(1 Corintios 2:16). “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
Por la mente, (el entendimiento y la conciencia) se comprende los pensamientos del hombre, sus capacidades intelectuales. Mas la mente de Cristo es superior, y ella mora en el cristiano; Dios se revela por medio de la fe en Cristo Jesús, y es el camino a la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por Él. (Juan 14:6.).
Dios nos ha dado el Espíritu Santo y Él guía nuestro andar desde que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador. El que acepta a Cristo Jesús en su corazón, tiene la mente formada en El Señor, y piensa como Cristo.
Eso no significar, que se tenga toda la sabiduría divina, que sobrepasa toda razón humana sobre las cosas reales y posibles, las cuales, son sólo patrimonio del Señor; ni supone el mismo juicio infalible que Cristo tiene de todo lo creado; sino que, se ve todas las cosas con la luz de Cristo que ilumina nuestro entendimiento. Resplandor divino que abre nuestra mente al deleite de su gloria.
2 Corintios 4:6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo
De modo que se distingue el pecado como lo hace Cristo. El pecado es perverso y aflictivo; inmundo y abominable. Los planes que encaminan al pecado, son engañosos y de aparente ilusión.
Ser concientes, de su terrible peligro, y clamar a Dios en oración “... que no nos meta en tentación, mas nos libre del mal” ( Mateo 6:13)
Reconocer el terrible peligro de caer en pecado y cuán unido al pecado se halla el más intenso sufrimiento, infelicidad y desgracia del hombre.
Mas, la relación con Cristo nos protege de caer en pecado.
(1 Juan 3:9) “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
Cristo nos hace vivir el evangelio, como poder de Dios para salvación, (Romanos 1:16)
Descubrimos glorias maravillosas: Que somos elegidos hijos de Dios, antes de que el mundo fuera creado; Privilegio inconmensurable.
(Efesios 1:3-5) “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”,
¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al privilegio de ser hechos hijos de Dios por medio de Jesucristo?
Presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es nuestro culto racional. (Romanos 12:1)
El culto racional significa:
Ser participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria nos gocemos con gran alegría, (1 Pedro 4: 13).
Someternos a la voluntad de Dios que es nuestra santificación. (1ª Tesalonicenses 4:3)
Vivir en la fe en Cristo Jesús, el cual nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (Gálatas 2:20).
Siendo miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo, nuestro sacrificio es vivo cuando nos ofrecemos para servir a su justicia.
(Romanos 6:19,22) “...así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”.
El culto racional es verdadera adoración del cristiano en espíritu y en verdad; que agrada a Dios.
(Juan 4:24) “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Es el culto conciente, la renuncia viva a las veleidades de la carne, para agradar a Dios.
Es el culto espiritual ofrenda de nuestra manera de vivir para El Señor y no vana liturgia religiosa, o de adoctrinamiento dogmático. Dios no quiere que llevemos vidas religiosas, sino vidas santas que honren a Dios.
Es la obra divina que el mismo Dios de paz nos santifica por completo; y todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, son guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Amén. (1 Tesalonicenses 5:23).
Que Dios los bendiga.

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