Hay camino que parece derecho al hombre, Pero su fin es camino de muerte.
Proverbios 16:25
Dios y la Ciencia
La Noticia comentada,
CREACIÓN DE EMBRIONES HÍBRIDOS:
Londres. (EFE).- Londres, 5 sep. 07 (EFE).- El regulador de fertilidad y embriología del Reino Unido anunció hoy que ha aprobado, en principio, la creación de embriones híbridos, que combinan ADN de animales y seres humanos, destinados a la investigación con fines terapéuticos.
El propósito, la cura de enfermedades como, el Alzeimer, el Parkinson, la distrofia muscular o la diabetes, u otras.
El ser humano desde su origen fue conciente del sentido de la vida y de la muerte y se enfrentó a ella; es el único ser que piensa en la muerte, y en este sentido piensa también en su muerte. Tiene dos caminos para enfrentarla: La ciencia y Dios.
La ciencia tiene un curso más audaz en estos tiempos, generar embriones de pocos días para extraer de ellos cultivos de células madre, que luego pueden diferenciarse y producir cualquier tipo de tejido adulto. El método busca embriones humanos y una singular técnica de clonación: la fusión de un núcleo humano que contiene la mayoría de los genes de la especie con un óvulo de animal al que previamente se haya extraído su núcleo. Los tejidos resultantes podrían trasplantarse al paciente sin sufrir ningún rechazo inmunológico.
La combinación del ADN de animales y seres humanos puede afectar la diferenciación que en su naturaleza obra para el ser humano y el animal, confundiendo la identidad como persona humana.
Cuando al óvulo de un animal se le extrae su propio núcleo y se le introduce un núcleo humano, el resultado es –casi- un embrión humano.
El casi se debe a lo siguiente: de los aproximadamente 50,000 genes que contienen la información necesaria para construir una persona, unas pocas decenas no están en el núcleo, sino en unos orgánulos extranucleares llamados mitocondrias. El embrión resultante es casi humano, pero contiene los genes mitocondriales del animal.
Los embriones son destruidos una vez que se extraen de ellos las células troncales. Estos embriones son mayoritariamente humanos, como se ha explicado; eliminados en el proceso, se estaría afectando los derechos del embrión, de su vida, y también de sus padres humanos.
¿Puede llegar la ciencia a tanto? ¿Hay barreras en su avance?
Los seres híbridos, de animales y seres humanos, están a punto de crearse en nombre del progreso para experimentación, inicialmente para curar enfermedades. Los límites, los números traspasables de siempre: destrucción a los 14 días de crecer y que el 99% sea humano. ¿Podrán aumentar estos números en nombre del progreso y el bien de la humanidad? La ciencia no tiene límites para superarlos.
Para la mayor parte de los científicos, “La ciencia y Dios” se oponen mutuamente. Ocurre que no lo entienden bien.
La ciencia busca prolongar la vida del ser humano a toda costa.
Dios desea que el ser humano esté libre de la muerte. Dicho de otro modo: La enfermedad mortal que la ciencia quiere tratar, es distinta a la enfermad mortal que Dios cura. En este caso, la enfermedad es algo muy dialéctico; ya que la muerte en la terminología cristiana, también viene a significar la mayor miseria espiritual y, sin embargo, la curación está precisamente en morir, en morir a todas las cosas terrenas.
Juan 11:4 (Reina-Valera 1960)
«Esta enfermedad no es para muerte». Y sin embargo, Lázaro murió. Pero como los discípulos no comprendieran lo que luego añadió Cristo: «Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.»( Juan 11:11), entonces el Maestro les dijo ya sin ninguna ambigüedad: «Lázaro ha muerto» (Juan 11:14). Por tanto, Lázaro había muerto y con todo no se trataba de una enfermedad mortal; estaba muerto y, no obstante, tal enfermedad no era de muerte.
Ahora sabemos, sin lugar a dudas, que Cristo estaba pensando en aquel milagro que iba a permitir a los contemporáneos – en cuanto estos creyeran - «contemplar la gloria de Dios» (Juan 11:40); que estaba pensando hacer aquel milagro que iba a despertar a Lázaro de entre los muertos, de suerte que esa enfermedad no solamente no era mortal, sino que era, según la predicción del mismo Cristo, «para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios fuese glorificado por ella» (Juan 11:4).
¿Diremos acaso que si Cristo no hubiese resucitado a Lázaro habría dejado de ser igualmente cierto que esa enfermedad, la muerte misma, no era una enfermedad mortal? Desde el momento en que Cristo se acerca a la tumba y grita con fuerte voz: «Lázaro, ven fuera» (Juan 11:43), desde ese mismísimo momento empieza a ser totalmente cierto que esa enfermedad no es mortal. Y aunque Cristo no hubiese pronunciado tales palabras, ¿no bastaría acaso el solo hecho de que se acercara al sepulcro – Él, que era «la resurrección y la vida» (Juan 11:25) – para darnos a entender con suficiente claridad que esa enfermedad no es mortal? ¿Acaso el solo hecho de que Cristo exista no indica ya bien a las claras que no se trata de ninguna enfermedad de muerte? ¡De qué le hubiera servido a Lázaro el haber resucitado de entre los muertos si al fin de cuentas tenía que terminar muriéndose! ¡De qué le hubiera valido de no existir Aquel que es la resurrección y la vida para todos los que creen en Él¡ No, no es porque Lázaro resucitase de entre los muertos por lo que se puede afirmar que esa enfermedad no es mortal, sino por el hecho de que Cristo exista. Pues hablando humanamente la muerte es lo último de todo y solo cabe abrigar esperanzas mientras se vive. En cambio, entendiendo las cosas cristianamente, la muerte no es en modo alguno el fin de todo, sino solamente un sencillo episodio incluido en la totalidad de una vida eterna; y según ese mismo sentido cristiano, en la muerte caben infinitamente muchas más esperanzas que en lo que los hombres llaman vida, por mucho que ésta sea plena de salud y fuerzas.
Recordemos que Cristo nos dice que Él es la vida, y tengamos vida en abundancia.
Juan 14:6 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Juan 10:10 “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Proverbios 16:25
Dios y la Ciencia
La Noticia comentada,
CREACIÓN DE EMBRIONES HÍBRIDOS:
Londres. (EFE).- Londres, 5 sep. 07 (EFE).- El regulador de fertilidad y embriología del Reino Unido anunció hoy que ha aprobado, en principio, la creación de embriones híbridos, que combinan ADN de animales y seres humanos, destinados a la investigación con fines terapéuticos.
El propósito, la cura de enfermedades como, el Alzeimer, el Parkinson, la distrofia muscular o la diabetes, u otras.
El ser humano desde su origen fue conciente del sentido de la vida y de la muerte y se enfrentó a ella; es el único ser que piensa en la muerte, y en este sentido piensa también en su muerte. Tiene dos caminos para enfrentarla: La ciencia y Dios.
La ciencia tiene un curso más audaz en estos tiempos, generar embriones de pocos días para extraer de ellos cultivos de células madre, que luego pueden diferenciarse y producir cualquier tipo de tejido adulto. El método busca embriones humanos y una singular técnica de clonación: la fusión de un núcleo humano que contiene la mayoría de los genes de la especie con un óvulo de animal al que previamente se haya extraído su núcleo. Los tejidos resultantes podrían trasplantarse al paciente sin sufrir ningún rechazo inmunológico.
La combinación del ADN de animales y seres humanos puede afectar la diferenciación que en su naturaleza obra para el ser humano y el animal, confundiendo la identidad como persona humana.
Cuando al óvulo de un animal se le extrae su propio núcleo y se le introduce un núcleo humano, el resultado es –casi- un embrión humano.
El casi se debe a lo siguiente: de los aproximadamente 50,000 genes que contienen la información necesaria para construir una persona, unas pocas decenas no están en el núcleo, sino en unos orgánulos extranucleares llamados mitocondrias. El embrión resultante es casi humano, pero contiene los genes mitocondriales del animal.
Los embriones son destruidos una vez que se extraen de ellos las células troncales. Estos embriones son mayoritariamente humanos, como se ha explicado; eliminados en el proceso, se estaría afectando los derechos del embrión, de su vida, y también de sus padres humanos.
¿Puede llegar la ciencia a tanto? ¿Hay barreras en su avance?
Los seres híbridos, de animales y seres humanos, están a punto de crearse en nombre del progreso para experimentación, inicialmente para curar enfermedades. Los límites, los números traspasables de siempre: destrucción a los 14 días de crecer y que el 99% sea humano. ¿Podrán aumentar estos números en nombre del progreso y el bien de la humanidad? La ciencia no tiene límites para superarlos.
Para la mayor parte de los científicos, “La ciencia y Dios” se oponen mutuamente. Ocurre que no lo entienden bien.
La ciencia busca prolongar la vida del ser humano a toda costa.
Dios desea que el ser humano esté libre de la muerte. Dicho de otro modo: La enfermedad mortal que la ciencia quiere tratar, es distinta a la enfermad mortal que Dios cura. En este caso, la enfermedad es algo muy dialéctico; ya que la muerte en la terminología cristiana, también viene a significar la mayor miseria espiritual y, sin embargo, la curación está precisamente en morir, en morir a todas las cosas terrenas.
Juan 11:4 (Reina-Valera 1960)
«Esta enfermedad no es para muerte». Y sin embargo, Lázaro murió. Pero como los discípulos no comprendieran lo que luego añadió Cristo: «Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.»( Juan 11:11), entonces el Maestro les dijo ya sin ninguna ambigüedad: «Lázaro ha muerto» (Juan 11:14). Por tanto, Lázaro había muerto y con todo no se trataba de una enfermedad mortal; estaba muerto y, no obstante, tal enfermedad no era de muerte.
Ahora sabemos, sin lugar a dudas, que Cristo estaba pensando en aquel milagro que iba a permitir a los contemporáneos – en cuanto estos creyeran - «contemplar la gloria de Dios» (Juan 11:40); que estaba pensando hacer aquel milagro que iba a despertar a Lázaro de entre los muertos, de suerte que esa enfermedad no solamente no era mortal, sino que era, según la predicción del mismo Cristo, «para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios fuese glorificado por ella» (Juan 11:4).
¿Diremos acaso que si Cristo no hubiese resucitado a Lázaro habría dejado de ser igualmente cierto que esa enfermedad, la muerte misma, no era una enfermedad mortal? Desde el momento en que Cristo se acerca a la tumba y grita con fuerte voz: «Lázaro, ven fuera» (Juan 11:43), desde ese mismísimo momento empieza a ser totalmente cierto que esa enfermedad no es mortal. Y aunque Cristo no hubiese pronunciado tales palabras, ¿no bastaría acaso el solo hecho de que se acercara al sepulcro – Él, que era «la resurrección y la vida» (Juan 11:25) – para darnos a entender con suficiente claridad que esa enfermedad no es mortal? ¿Acaso el solo hecho de que Cristo exista no indica ya bien a las claras que no se trata de ninguna enfermedad de muerte? ¡De qué le hubiera servido a Lázaro el haber resucitado de entre los muertos si al fin de cuentas tenía que terminar muriéndose! ¡De qué le hubiera valido de no existir Aquel que es la resurrección y la vida para todos los que creen en Él¡ No, no es porque Lázaro resucitase de entre los muertos por lo que se puede afirmar que esa enfermedad no es mortal, sino por el hecho de que Cristo exista. Pues hablando humanamente la muerte es lo último de todo y solo cabe abrigar esperanzas mientras se vive. En cambio, entendiendo las cosas cristianamente, la muerte no es en modo alguno el fin de todo, sino solamente un sencillo episodio incluido en la totalidad de una vida eterna; y según ese mismo sentido cristiano, en la muerte caben infinitamente muchas más esperanzas que en lo que los hombres llaman vida, por mucho que ésta sea plena de salud y fuerzas.
Recordemos que Cristo nos dice que Él es la vida, y tengamos vida en abundancia.
Juan 14:6 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Juan 10:10 “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
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